Batiendo el mercado

 | 11.09.2023 11:18

"La inversión exitosa se basa en gestionar el riesgo, no en evitarlo." – Benjamin Graham

En el fascinante mundo de las inversiones, la sabia cita de Benjamin Graham se mantiene como un faro de conocimiento financiero. Graham, el renombrado economista y autor de "El inversor inteligente", no solo sentó las bases del Value Investing, sino que también subrayó la importancia fundamental de la gestión del riesgo en el proceso de inversión. Esta simple afirmación encierra una verdad que ha iluminado el camino hacia el éxito financiero de generaciones de inversores.

Comprender el Riesgo
En primer lugar, debemos entender qué significa realmente el riesgo en el contexto de la inversión. Con frecuencia, se asocia el riesgo con la posibilidad de pérdida, y es innegable que todas las inversiones conllevan algún grado de riesgo. Sin embargo, la clave reside en reconocer que no todos los riesgos son iguales. La idea de riesgo ha ido también evolucionando. ¿Riesgo es la volatilidad del activo?  Autores tan influyentes como Markowitz o Fama han trabajado en esa línea, influyendo en una parte muy significativa de la inversión colectiva. ¿Es el movimiento en contra de la dirección esperada? ¿Debe considerarse individualmente para cada activo, o sobre el conjunto de la cartera? ¿Si se hace de manera individual estamos rompiendo el principio de la diversificación, que se basa en la correlación entre activos?

Gestionar el Riesgo vs. Evitar el Riesgo
Evitar el riesgo, en su forma más simple, implicaría mantener el dinero en efectivo o en inversiones extremadamente seguras, como bonos del gobierno. Si bien esta estrategia puede preservar el capital, también puede inhibir el crecimiento y erosionar el poder adquisitivo debido a la inflación. Además, en un mundo de tasas de interés históricamente bajas, los retornos de las inversiones ultraseguras a menudo no son suficientes para alcanzar metas financieras a largo plazo.

La gestión del riesgo, por otro lado, implica entender y evaluar el riesgo asociado con una inversión particular y tomar decisiones informadas para mitigarlo. Esto se logra diversificando la cartera, investigando exhaustivamente las inversiones y estableciendo un horizonte de inversión adecuado. En lugar de evitar el riesgo por completo, la gestión del riesgo busca controlarlo y convertirlo en una oportunidad para obtener mejores rendimientos ajustados al riesgo.

Gestión Pasiva y Diversificación

Un desarrollo clave que ha revolucionado la gestión del riesgo es la popularización de la gestión pasiva a través de los Exchange Traded Funds (ETFs) que replican índices. Estos ETFs ofrecen carteras ya diversificadas que siguen índices como el S&P 500, el NASDAQ o el Dow Jones, democratizando el acceso a carteras diversificadas a cualquier inversor, sin importar su tamaño. Al invertir en un ETF, los inversores obtienen exposición a una amplia gama de activos sin necesidad de seleccionar acciones individuales. Son productos que permiten resolver de manera práctica buena parte de las preguntas que lanzábamos anteriormente. En la medida en que un ETF que replica un índice ya es una cartera diversificada, una gestión activa de ese ETF permite incorporar una capa adicional de gestión de riesgos que, sin alterar ese principio de la diversificación que indicábamos anteriormente, permite mejorar sensiblemente el performance de la inversión si se hace correctamente. Y ahí está la dificultad. La teoría parece fácil, pero la práctica no lo es... o sí.

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Un enfoque al alcance de todos
A continuación vamos a plantear un enfoque totalmente práctico, basado en el posicionamiento institucional, es decir, en las decisiones que toman los grandes gestores de patrimonio sobre un índice como puede ser el S&P500. Hemos desarrollado modelos propios que permiten calcular el precio al que estos inversores tienen más probabilidad de actuar, resumiéndolos en tres Niveles Institucionales: el Nivel de los Market Makers (NMM), el Nivel Institucional Superior (NIS) y el Nivel Institucional Inferior (NII).

El primero de ellos, el NMM, muestra el precio medio al que se encuentra invertido el mercado, y determina la propensión o régimen alcista o bajista de una activo. Cuando el S&P500 cotiza por encima del NMM, decimos que tiene propensión alcista, o que se encuentra en un régimen alcista. Por el contrario, cuando cotiza por debajo de este nivel, pasará a tener predisposición bajsita, o se encontrará en un régimen bajista.

En cuanto al NIS y al NII, debemos conocer que el NIS se corresponde con el nivel de precio en el que el apetito comprador se encuentra en el 100%, mientras que el NII indica el nivel de precio en que el apetito comprador se encuentra en el 0%. Esto tiene una consecuencia práctica muy clara: cuando la cotización del S&P500 supera el NIS, tiende a subir a un ritmo mayor, ya que los inversores institucionales siguen acumulando posiciones compradoras, lo que impulsa el precio al alza, mientras que cuando la cotización cae por debajo del NII, es muy probable que reduzcan sus posiciones provocando caídas más rápidas.

¿Pero esto es realmente así? Veámoslo.