DIA: Accionistas atrapados en la ratonera de una ampliación cuestionada

 | 11.11.2019 10:09

En octubre de 1.939, durante su intervención en un programa de radio, Churchill decía: "No puedo adelantarle las acciones de Rusia. Es un acertijo, envuelto en un misterio, dentro de un enigma”.

Yo, como Churchill, pero sin su altura de miras, soy incapaz de leer lo que hay en la mente de un ruso de origen ucraniano. No obstante, he seguido con gran interés su proceso de adquisición de DIA (MC:DIDA), proceso que ha escrito una página cruel pero innovadora en la historia económica y digo innovadora porque jamás vi nada igual desde que tengo uso de razón.

Resulta que, un día, D. Mijaíl Maratovich Fridman se interesó por una cadena de supermercados que gozaba de muy buena salud, pues no en vano había repartido cientos de millones de euros en dividendos en un periodo tan complejo como fue el posterior a la crisis que se inició tras la quiebra de Lehman Brothers, cuarto banco de inversión de Estados Unidos (detrás de Goldman Sachs (NYSE:GS), que según los medios ha sido un compañero inseparable de Fridman durante el proceso de adquisición de DIA).

Sin embargo, desde que Fridman puso sus ojos en DIA todo ha sido un sinfín de desgracias para los sufridos accionistas que entraron a formar parte del capital de una empresa que, a todas luces, era la mejor inversión a la que uno podía confiar sus ahorros a la vista del crecimiento en resultados que DIA iba confirmando al mercado año tras año.

Voy a ser breve para no aburrir y conseguir que los lectores completen la lectura de estas líneas. Para un inversor minorista la historia ha sido la siguiente: un día, confiando en la evolución que el valor estaba teniendo en bolsa, apoyado en su crecimiento y buenos resultados, decide comprar 1.000 acciones cuando éstas cotizaban a 3 euros/acción e invierte 3.000 euros en una prometedora compañía llamada DIA.

A partir de ahí, esto es lo que le ha pasado a su inversión: sus 1000 acciones valdrían a precio de cierre del pasado viernes 140 euros, a lo que habría que sumar el valor de los 10.000 derechos recibidos a cuenta para suscribir la ampliación de capital, que a cierre de mercado valían 61 euros, quedando el valor actual de su inversión reducido 201 euros.

No obstante, nuestro inversor, confiado en las declaraciones que Fridman hizo a la prensa animando a los pequeños inversores a acudir a la ampliación de capital y viendo el desfase de precio de más del 50% que existía entre la posibilidad de comprar acciones a precio de mercado o comprarlas adquiriendo derechos y pagando el precio de emisión de 0,1 euros/acción, decide vender sus 1.000 acciones en mercado cuando cotizan a 0,2 euros/acción al inicio de periodo de ampliación.

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Con los 200 euros que obtiene por esta venta compra 7.692 derechos a 0,026 euros. Tras esta operación nuestro inversor ya no tiene acciones en cartera, pero posee 17.692 derechos. Estos derechos, al cierre del viernes cotizaban a 0,0061 euros/derecho y el valor de su inversión se reducía a 108 euros. Es decir, que empieza invirtiendo 3.000 euros y termina teniendo 108 euros.

Pero lo peor no es eso: lo peor es que, después de haber perdido prácticamente la totalidad de su inversión, ahora se ve obligado a acudir a la ampliación y volver a desembolsar 1.769 euros para adquirir las 17.692 acciones a las que tiene derecho al precio de emisión de 0,1 euros/acción. En fin, como reza el refrán popular: cornudo y apaleado.

Esta irregular situación ha sido comentada en diversos foros y lo más acertado que he leído es la opinión de un accionista señalando que tanto la OPA sobre DIA como la ampliación de capital en curso deberían calificarse como procesos coactivos. En efecto, alguien que ha invertido 3.000 euros y termina teniendo 108 euros se encuentra ahora en un dilema complejo: asumir prácticamente la pérdida total de su inversión o utilizar sus derechos para no verse diluido y poder continuar en el capital de una compañía, más aún cuando el gran jefe, Fridman, está anunciando a bombo y platillos que la compañía está en infravalorada en bolsa y que anima acudir a la ampliación de capital.

Decía Bernard Montgomery:

Regla número uno en la página uno del libro de la guerra: 'No marchar sobre Moscú'. Varias personas lo han intentado, Napoleón y Hitler, y no les ha ido bien”.

Solo queda la esperanza de que Fridman sea fiel a su palabra y no defraude a todos aquellos inversores que, confiados en sus declaraciones, decidan acudir a la ampliación. Éste es el titular de la primera entrevista de Fridman publicada en un reputado medio de comunicación:

“Confiamos en multiplicar el valor de Dia (MC:DIDA). Mijaíl Fridman está convencido de que su equipo dará la vuelta a la compañía y anima a ir a la ampliación de capital” (Declaraciones de Fridman el 28 de octubre de 2019).

Creo que lo que esta vez comunica en los medios es una confesión sincera al final del laberinto y partiendo de un acertijo, envuelto en un misterio, dentro de un enigma. Lo pienso porque Fridman no tenía necesidad alguna de haber hecho estas declaraciones que, de no cumplirse, solo podrían acarrearle más demandas y quebraderos de cabeza. Por lo tanto, con gran probabilidad, los inversores más temerarios que suscriban acciones vía derechos de ampliación conseguirán una importante revalorización de su inversión en los próximos meses.

Insisto, lo dice Fridman y no me atrevo a dudar de él en esta ocasión porque, como señalaba, no tenía por qué haber animado a nadie a acudir a la ampliación ya que podría perfectamente haber permanecido silente en sus cuarteles de Londres sin necesidad de complicarse la vida.

Dicho esto, la caída del precio de los derechos anticipa que, con gran probabilidad, los inversores no confiarán en las declaraciones de Fridman, que ya ostenta la propiedad del 69,75% de DIA y ello le permitirá, apoyado en su compromiso de cobertura de 500 millones de euros de los 605 millones de la ampliación, concluir la misma aumentando su participación por encima del 80% porque muchos inversores no se atreverán a seguir enterrando dinero en su proyecto. Una coartada perfecta para alguien que continúa su proceso de adquisición investigado por la Justicia y vigilado en silencio por el ojo implacable del deseo moral y de la CNMV, tal y como se publicaba recientemente en los medios, y tal, y tal y tal…

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