El síndrome FOMO en los mercados

 | 27.08.2020 10:17

Dicen que los mercados se mueven por el miedo: miedo a estar dentro cuando caen, miedo a estar fuera cuando suben. FOMO es el acrónimo de las palabras inglesas “Fear Of Missing Out”. La traducción “práctica” sería algo así como “miedo a perdérselo”. Este acrónimo se utiliza en los mercados a la hora de definir el síndrome que sufren los inversores cuando se están perdiendo una subida bursátil (o de cualquier otro activo). Pero lo importante para nosotros no es como se sientan los inversores que se hayan perdido la subida, sino las consecuencias que tiene cuando el síndrome se produce en un número amplio de ellos, incluidos inverso-res institucionales. Para entender las consecuencias del síndrome FOMO tenemos que conocer los antecedentes.

Antes de la llegada del virus, la mayoría de los inversores se había perdido la fuerte subida que tuvieron las bolsas desde mediados de 2009. Y hablamos de las bolsas internacionales, no de la española, que ha sido el coche escoba de los mercados. El temor a una nueva crisis, convenientemente alimentado por los vendedores de servicios financieros y los autores de libros que basan en el miedo su fórmula de captación de clientes (o sus ventas), hizo que muchos inversores se mantuvieran al margen y se perdieran una de las mayores subidas bursátiles de los últimos tiempos. “La burbuja”, la “crisis”, los bancos centrales, la “represión financiera”: todo valía para asustar a los inversores y que así buscaran “refugio” en esas entidades que les avisaban de la llegada del colapso financiero o compraran esos libros que les darían la fórmula mágica para protegerse.

Finalmente, tras diez años de espera, llegó el Armagedón, pero curiosamente no tuvo origen financiero. De hecho, no tuvo nada que ver con ninguna de las catástrofes económicas anunciadas. Haciendo honor a su carácter impredecible, la crisis llegó por donde absolutamente nadie se lo esperaba: de la mano de un virus desconocido y terriblemente contagioso. La llegada del COVID-19 hizo que bajara el síndrome FOMO. Aunque no corregía el terrible coste de oportunidad en el que habían incurrido los inversores que compraron la teoría del miedo. En los peores momentos la caída ni siquiera se acercó a los niveles en los que estaban los índices hace diez años y sólo brevemente se acercó a donde estaban hace cinco. Es más, los índices no tardaron en rebotar con fuerza. Pero al me-nos los que se habían perdido la subida se ahorraron el mal trago de la crisis. Poco duró la relajación. Los índices han recuperado en gran medida lo perdido y algunos incluso superan sus máximos anteriores. Pero el número de inversores que se han quedado fuera del mercado ha aumentado, porque a los vendedores de miedo habituales se unieron la mayoría de los analistas que, por algún motivo, olvida-ron que los mercados anticipan escenarios futuros.

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Las bolsas anticiparon con fuertes subidas la recuperación económica en forma de V asimétrica —que ya se está produciendo—, así como el efecto que tendrían las inyecciones masivas de liquidez de los bancos centrales y las ayudas de los gobiernos.

Así que ahora llueve sobre mojado. Los que se perdieron la subida de los últimos diez años ven como los índices han vuelto a retomar la tendencia alcista, pero ellos siguen fuera. Y encima ahora se les unen los inversores que vendieron en pánico y no volvieron a entrar, porque la mayoría de analistas les decían que todo estaba muy mal. Y son muchos, como vemos en el gráfico número uno, que muestra cómo nunca tantos se han perdido tanto. El gráfico mide el porcentaje de inversores bajistas que, en consecuencia, están fuera del mercado. Y en esta ocasión coincidiendo con un mercado alcista. De ahí que esta y la anterior subida sean conocidas como las más odiadas de la historia, pues el porcentaje es el mayor desde que se inició la encuesta en 1987. Además es incluso mayor que en marzo, en plena caída del coronavirus, lo que significa que muchos se han perdido la última recuperación. Ahora, afectados todos por el síndrome FOMO, piensan, y no les falta razón, que si las bolsas han sido capa-ces de superar algo así, ¿de que no serán capaces a me-dio y largo plazo? Porque encima ahora hay mucha más liquidez que antes.