La burbuja de la renta fija no tiene por qué estallar

 | 30.03.2017 12:42

Podemos decir que ya son años en los que muchos analistas (nos incluimos nosotros) estamos alertando del posible estallido de la burbuja de renta fija. Sin embargo, nosotros desde hace tiempo estamos comentando que quizás esta no tenga por qué estallar. Es decir, la rentabilidad de los bonos de largo plazo de los principales emisores de deuda pública (los estados) no tiene por qué, obligatoriamente, sufrir fuertes repuntes que penalicen gravemente el precio de estos activos.

La tesis que defienden los analistas que apuestan por el estallido de la burbuja de la renta fija es que las ingentes cantidades de dinero que han ido imprimiendo los bancos centrales terminará generando altas tasas de inflación. Además los bancos centrales no sólo están inyectando liquidez sino que han bajado los tipos de interés a cero para conseguir reactivar la economía y crear inflación. Y claro, si se consigue que la inflación repunte, los inversores exigirán a los bonos de largo plazo rentabilidades superiores a estas tasas de inflación para no obtener rentabilidad negativa. Hasta aquí todos de acuerdo con la teoría. Pero en la práctica estamos viendo que el dinero inyectado por los bancos centrales no consigue aumentar los precios de la cesta de productos que se utiliza para calcular el IPC.

Con los tipos de interés a cero o incluso en negativo, lo que han conseguido ha sido una inflación en los activos financieros (bonos, renta variable o incluso inmobiliario en determinados países), pero no en la cesta de la compra. La actual globalización, la mejora tecnológica, mejora de competitividad y eficiencia están comprimiendo los márgenes de las compañías para mantener cuota de mercado. En otras palabras, la globalización y la tecnología generan deflación, y este es un fenómeno que es difícil de revertir por mucho que Trump pretenda aplicar políticas proteccionistas.

Además, con los tipos a cero o rentabilidades negativas, lo que se ha conseguido es que la liquidez de los ahorradores conservadores (la mayoría) simplemente se quede debajo del colchón. En definitiva, en los países desarrollados se puede estar produciendo una trampa de liquidez.

Los inversores, ante el temor de que los precios de los bonos corrijan (por estar en máximos históricos, recordemos que el precio se comporta de forma inversa a la rentabilidad), no están dispuestos a asumir riesgos ni siquiera en bonos de baja volatilidad y prefieran mantenerse en liquidez, o simplemente “jugar” algo a renta variable. De esta forma la política monetaria no consigue el efecto perseguido de reactivar la inflación.

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En definitiva, tanto Estados Unidos como Europa corren el riesgo de seguir la estela de la economía japonesa. El Banco de Japón lleva desde final de los 80 realizando políticas monetarias ultra expansivas tratando de generar inflación sinéxito. El siguiente gráfico es espectacular. En él comparo la evolución de la rentabilidad del bono de Japón a 10 años (línea blanca) con la inflación subyacente (línea verde), y el saldo del balance del banco de Japón (inyección de liquidez a través de la compra de bonos).