Pecados, pecadores y el 'espíritu whatever it takes'

 | 02.08.2021 08:47

Tenía pensado hablar de los últimos datos de inflación y crecimiento en EE.UU. y Europa, que confirman que la economía americana se está ralentizando, mientras el viejo continente por fin sale de la recesión. Sin embargo, he preferido hacer una reflexión algo más personal a raíz de un paper que leí la pasada.

¿Es la percepción del riesgo la que dirige los precios de los activos en los mercados? Esa es la pregunta que se hicieron J. Huber, S. Palan y S. Zeisberger, los autores de la investigación que tiene ese mismo título, y que fue publicada en julio del 2017 por la Facultad de Ciencias Sociales y Económicas de Karl-Franzens-University de Austria. Plantearon un experimento social que buscaba valorar la percepción del riesgo de los inversores y analizar su influencia sobre los precios de los activos. Para ello utilizaron ocho activos cuya media de rentabilidad era prácticamente idéntica entre sí, un 8%, pero cuyas distribuciones diferían entre sí, con el objeto de descubrir qué posibles factores afectaban más a lo que los sujetos percibían como riesgo. En la segunda parte del experimento, tenían que operar los activos en grupos de ocho personas en un mercado de doble subasta, siguiendo unas reglas de funcionamiento conocidas previamente por los sujetos.

La principal conclusión fue que el factor ‘probabilidad de pérdida’ fue la única variable que, de manera, significativa, explicó con éxito la percepción del riesgo. Cuanto mayor era la probabilidad de pérdida, mayor era la percepción de riesgo percibido. Los posibles drivers de riesgo que se estudiaron fueron la desviación típica, la semivarianza, la probabilidad de pérdida, la pérdida esperada, la asimetría de la distribución, la curtosis y la rentabilidad mínima. Respecto de su efecto en la formación del precio, concluyeron que existía una relación directa entre ambas variables. Los activos cuya probabilidad de pérdida era mayor terminaron el experimento con precios más bajos, mientras que los que no presentaban riesgo de pérdida, acabaron con precios más altos.

Me ha parecido especialmente interesante este estudio dado el contexto de mercado en el que estamos. El ‘whatever it takes’ de Mario Draghi en 2012 fue suficiente para frenar en seco la sangría que se estaba produciendo en el mercado, y provocó que en esa misma sesión la bolsa española se diera la vuelta y cerrara con una subida del 6%, la mayor en dos años, y que cayera la prima de riesgo 50 puntos. ‘The Federal Reserve Bank will use all the tools at its disposal’ o los QEs ilimitados de Powell, o el ‘bazooka’ de Lagarde son parte de lo que algún periodista económico ha venido en llamar ‘el espíritu whatever it takes’, y que tiene como consecuencia directa una alteración de la percepción del riesgo por parte de los inversores y, por ende, de sus decisiones en los mercados financieros.

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Una parte de los inversores minoristas parece haber normalizado una situación que es de todo menos normal, haciendo suya la creencia de que los bancos centrales no van a dejar caer el mercado. El "pecado" de los bancos centrales es fomentar esa falsa creencia entre una parte creciente de los inversores de que esta fiesta no tiene fin, de que ellos harán algo para que eso no caiga, mientras la historia nos dice que, por desgracia, suelen ser los mismos inversores que defienden con vehemencia esta creencia los que terminan pagando los platos rotos, porque para ellos no hay rescates que valgan ya que, permítanme la licencia, son ‘too small to bail out’. ¡Qué ironía!

Ligándolo con el estudio de estos tres autores, el pecado de los bancos centrales sería precisamente el de contribuir con sus intervenciones verbales y sus programas ilimitados de compras a que la percepción de riesgo medida como la ‘probabilidad de pérdida’ que estiman los inversores está cada vez más alejada de la realidad que muestran las distribuciones históricas de rendimientos de la bolsa, provocando comportamientos de euforia irracional, inflación de activos financieros, múltiplos de valoración impensables hace tan solo 12 meses, y tasas de descuento implícitas que han llegado a ser negativas.

En este sentido, es llamativo leer en el Informe de Riesgos Globales del 2021 del Foro Económico Mundial, que los entrevistados ven todavía lejanos (de 3 a 5 años) el riesgo de estallido de la burbuja de activos, así como el de inestabilidad de los precios, shock en materias primas o de una potencial crisis de deuda, y que su impacto sería además inferior a la media. Es llamativo sobre todo si se compara con los mensajes de alerta lanzados por grandes inversores e incluso por algunos bancos centrales.