Una gesta histórica

 | 31.01.2022 08:46

Rafael Nadal ha hecho historia ganando este fin de semana su 21 Grand Slam, convirtiéndose así en el primer tenista masculino de la historia en alcanzar esta cifra. Es uno de esos jugadores sobre los que existe prácticamente una opinión unánime entre los compañeros de profesión, la prensa y la afición, con independencia de su nacionalidad, credo o ideología política, algo que sólo está al alcance de los más grandes.
 
Con un evento deportivo único como el de este fin de semana, no he podido evitar encontrar similitudes entre tamaña hazaña y la gestión de los bancos centrales en los últimos años.
 
No me cabe ninguna duda de que Jerome Powell y Christine Lagarde, por mencionar únicamente a los presidentes actuales de los dos principales bancos centrales del mundo, la Reserva Federal (Fed) y el Banco Central Europeo (BCE), pasarán a la historia, en este caso, económica. Su gestión antes y después de la crisis provocada por la pandemia se recordará como unas de las inoportunas, innecesarias y con menos rationale de las últimas décadas. Los programas de Quantitative Easing mantenidos de manera innecesaria cuando la economía estaba en pleno proceso expansivo, los tipos de interés negativos en la zona euro que obligaron a los bancos a cambiar buena parte de sus sistemas informáticos y a los académicos a revisar los libros de texto porque era algo contrario a la lógica económica, la rampante japonización de la economía occidental, o la falta de medidas para tratar de poner freno a una inflación que se ha disparado en el último año, son sólo algunos ejemplos de puntos ganadores de un partido que, en realidad, jugamos todos… que perdemos todos.
 
Otra similitud con Rafael Nadal es que existe una amplia, amplísima mayoría de economistas, con independencia de su nacionalidad, credo o ideología política, que valoran de manera similar la gestión de los bancos centrales. Como decíamos antes, algo así sólo está al alcance de los más grandes.
 
Por centrarnos ya en lo más reciente, la semana pasada ha estado marcada por la reunión del Comité Federal del Mercado Abierto (FOMC) de la Fed. Aunque la decisión de los consejeros inicialmente no sorprendió al mercado, las declaraciones posteriores de Jerome Powell lo pusieron patas arriba. Al abrir la posibilidad de que pudieran producirse subidas de tipos en cualquiera de las próximas reuniones del FOMC, el mercado lo interpretó como un discurso mucho más hawkish que el statement oficial hecho público tan sólo unos minutos antes. El escenario de cuatro subidas de un cuarto de punto ya descontadas por el mercado hasta ese momento quedaba obsoleto y, desde entonces, el aluvión de previsiones de analistas y bancos de inversión no ha cesado.
 
Goldman Sachs (NYSE:GS), JP Morgan Chase (NYSE:JPM) y Deutsche Bank (DE:DBKGn) esperan cinco subidas de tipos de interés hasta 1,25%-1,50% a finales de año, mientras que BNP Paribas (PA:BNPP) prevé seis, y Bank of America (NYSE:BAC) aumenta la apuesta hasta siete. Nomura incluso considera como escenario más probable que, en el próximo mes de marzo, la subida pueda ser de 50 puntos básicos.
 
Sin embargo, más allá del número de subidas o el tamaño de éstas, lo que nos parece más importante es que el inicio de una política monetaria restrictiva por parte de la Reserva Federal ya es una realidad.
 
La última reunión del FOMC mete más presión si cabe a un BCE que no sólo no es capaz de articular una argumentación solvente sobre la necesidad de mantener la actual política monetaria acomodaticia, sino que además se está quedando solo.
 

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Flujos netos de efectivo

FactSet (NYSE:FDS) ha registrado entradas netas de efectivo en ETFs de renta variable por importe de casi 5.900 millones de dólares, y salidas de 1.000 millones de ETFs de renta fija. Analizando el detalle de estas cifras, se observa que han salido más de 3.000 millones de ETFs de renta variable americana, mientras que la internacional ha recibido casi 9.000 millones.

Los datos de Refinitiv Lipper muestran salidas netas de 9.100 millones de dólares de fondos de renta variable, y entradas algo superiores a 1.000 millones en fondos de renta fija.