¿De verdad prohibir los cortos sirve de algo?

 | 28.06.2017 11:33

¿Sirve de algo prohibir los cortos (ventas) para evitar que se hunda el precio de un activo? La respuesta es no. Pero no sólo en este asunto el ser humano sigue demostrando su incompetencia, tenemos otros frentes.

Miren, en esta vida no se puede ser hipócrita. Resulta que los que compran son inversores, los que venden son especuladores. Los que compran son buenos inversores, los que venden son malvados especuladores. El debate no es ese.

Resulta que si un inversor que está al día de la actualidad económica sabe que un sector o una compañía no está bien y decide ponerse corto y no ponerse largo, es un maldito especulador. Pues no, es una persona informada y que ganará dinero con ello. ¿Acaso le diríamos a una persona que quiere comprar un activo que va a subir que no lo haga? Esto es libre mercado, y que nadie me venga con el discurso cansino de que apostar al alza es bueno y lo correcto, mientras que apostar a la baja es malvado y perverso.

En el mundo de las inversiones, compra y venta, largo y corto, son las caras de una misma moneda, ambas posiciones igual de legales y legítimas. La finalidad de las inversiones es ganar dinero, así que dejemos de poner etiquetas. Ya está bien de esa mentalidad arcaica de que apostar a la baja no es lo correcto, o que apostar a corto plazo tampoco lo es. ¿Son ustedes los que van a decir a los demás cómo han de invertir su propio dinero? ¿Son ustedes los que reparten los carnets de inversores buenos? ¿Son ustedes los que determinan que sólo se debería de invertir al alza y a largo plazo? Maduren de una vez.

Pero es que, aquí no acaba todo. Es que ni siquiera se puede culpar a los cortos de que los mercados caigan, otro mantra de las grandes mentes lúcidas de nuestro tiempo (y así nos va, por cierto). A ver si nos vamos enterando que cuando un activo tiene serios problemas, ha de caer, que todo lo contrario a ello es manipulación (perdón, que si la manipulación es para que suba entonces es buena). Por tanto, cuando un activo tiene problemas, aunque se prohíban los cortos, va a caer con fuerza, básicamente porque se producirá un cierre masivo de las compras existentes, no sólo por parte de inversores particulares, sino sobre todo de los fondos de inversión que sólo invierten al alza.

Ahh, vale, que entonces los culpables con las posiciones cortas no son los particulares ni los fondos de inversión, sino los hedge funds. Pues resulta curioso, pero ellos no se dedican solo a buscar cortos (otro mantra de las mentes lúcidas), sino que lo más habitual es que alternen largos y cortos con el objetivo de cubrirse ante el riesgo de caídas en los mercados. Es más, generalmente la exposición neta, es decir, la diferencia entre largos y cortos , es alcista.

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Como bien dijo en su momento un inversor muy conocido en Wall Street (no recuerdo ahora su nombre): el efecto negativo de prohibir los cortos es que si los inversores no pueden optar por ello para cubrirse, ni prestar las acciones a otros para que se pongan bajistas, lo único que pueden hacer es vender sus posiciones alcistas, lo cual terminaría por agravar las caídas de los mercados.

Les decía al principio que no debería de extrañar a nadie que pese a todo lo expuesto y explicado, aun sigamos con este tipo de medidas. Y es que, cambiando ahora de tema, tenemos antecedentes más deplorables aun si cabe. No voy a extenderme porque ya escribí en su momento varios artículos al respecto: la Tasa Tobin.

En el año 1972 James Tobin realizó un estudio en el que aconsejaba cobrar sobre las operaciones de compra y de venta de divisas para de esta manera poder frenar la especulación en un momento en el que se había acabado con el patrón oro.

Esta tasa es un gravamen para recaudar dinero a costa de los especuladores. Bajo este lema se pretende que sea socialmente aceptada. La Tasa Tobin es un porcentaje sobre las operaciones financieras. La propuesta plantea gravar con un tipo del 0,1% la compraventa de acciones y con un 0,01% las operaciones con derivados. Lógicamente, este porcentaje se aplica tanto sobre la compra como sobre su posterior venta.

Pues bien, tenemos un antecedente, concretamente el de Suecia a principio de la década de los 80. El volumen de negociación bajó drásticamente y la mayoría de los inversores comenzaron a operar en otros mercados. El 50% del trading registrado se había movido a Londres, en el mercado de bonos la caída alcanzó el 85% y en el de futuros el 98%.

Como principales inconvenientes tenemos que podría producirse una deslocalización hacia otros países que no tengan dicha Tasa Tobin, afectaría al crecimiento económico y a la financiación de la economía. Los perjudicados serían los inversores pequeños, se reduciría la liquidez de los mercados, la volatilidad se dispararía al alza. Supondrá una pérdida importante de empleo (informes hablan de 80.000 en España y de más de 600.000 en la UE).

Así pues, los inconvenientes de aplicar este gravamen se pueden reducir en: se recauda mucho menos de lo previsto (Suecia recaudó casi 15 veces menos); los perjudicados son los inversores pequeños; se reduce la liquidez de los mercados; la volatilidad se dispara al alza.

Pero nada, oiga. Da igual la experiencia que supuso tener esa tasa y las consecuencias negativas. Los dirigentes de buena parte de la Unión Europea quieren aplicarla. ¿Resultado? Proporcional a la incompetencia de la clase gobernante, un rotundo fracaso.

Las operaciones con instrumentos financieros o criptomonedas implican un elevado riesgo, incluyendo la pérdida parcial o total del capital invertido, y pueden no ser adecuadas para todos los inversores. Los precios de las criptomonedas son extremadamente volátiles y pueden verse afectados por factores externos de tipo financiero, regulatorio o político. Operar sobre márgenes aumenta los riesgos financieros.
Antes de lanzarse a invertir en un instrumento financiero o criptomoneda, infórmese debidamente de los riesgos y costes asociados a este tipo operaciones en los mercados financieros. Fije unos objetivos de inversión adecuados a su nivel de experiencia y su apetito por el riesgo y, siempre que sea necesario, busque asesoramiento profesional.
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