"Me llamo Sofía y soy una de las muchas víctimas del consumismo atroz, que acabo de elevar a su máxima expresión durante mi estancia en Nueva York. A la llegada a esta ciudad empecé a acumular deudas con Adriana, mi compañera de apartamento. Tenía problemas serios para transferir dinero desde España (asuntos relacionados con la tarjeta de crédito de mi banco) y, además, mi padre se fundió parte del dinero que me ingresaban del paro. Tengo pasaporte americano, pero después de 4 meses de vivir en Nueva York sólo me concedieron una entrevista de trabajo, que no me dieron. Me vuelvo a España en los próximos días, pero no se qué camino tomar. Mientras, he acumulado una deuda de 2.500 dólares con Adriana; otros 500 dólares más con Pedro, un español que conocimos a los pocos días de llegar a Nueva York y, lo que es más grave ¿enfermedad? me he comprado un Mac, de 1.300 dólares, que pagaré a plazos con mi tarjeta de crédito USA. Para ello, la semana pasada liquidé unos planes que tenía en el banco. A mi compañera de apartamento aún no le he devuelto nada..."
"Recién aterrizada en España, Pedro me envía el siguiente e-mail: los del Chase me han llamado mil veces hasta que les he pillado el teléfono. Preguntaban por Sofía, por ti. Decían que tenían que hablar contigo por un tema de la tarjeta de crédito. Les he dicho que se ha evaporado y les he dado tu email. Me han dicho que les debes 2000 pavos, que han pasado los 6 meses de la oferta y ahora tendrías que empezar a pagar…"
"Estoy seriamente preocupada. Busco referencias que encajen con mi personalidad, como la siguiente: Tras la aparición del capitalismo en la Europa occidental, la adquisición competitiva de riqueza se convirtió una vez más en el criterio fundamental para alcanzar el status de gran hombre. Sólo que en este caso los grandes hombres intentaban arrebatarse la riqueza unos a otros, y se otorgaba mayor prestigio y poder al individuo que lograba acumular y sostener la mayor fortuna.
Durante los primeros años del capitalismo, se confería el mayor prestigio a los que eran más ricos pero vivían más frugalmente. Más adelante, cuando sus fortunas se hicieron más seguras, la clase alta capitalista recurrió al consumo y despilfarro conspicuos en gran escala para impresionar a sus rivales. Construían grandes mansiones, se vestían con elegancia exclusiva, se adornaban con joyas enormes y hablaban con desprecio de las masas empobrecidas. Entretanto, las clases media y baja continuaban asignando el mayor prestigio a los que trabajaban más, gastaban menos y se oponían con sobriedad a cualquier forma de consumo y despilfarro conspicuos.
Pero como el crecimiento de la capacidad industrial comenzaba a saturar el mercado de los consumidores, había que desarraigar a las clases media y baja de sus hábitos vulgares. La publicidad y los medios de comunicación de masas aunaron sus fuerzas para inducir a la clase media y baja a dejar de ahorrar y a comprar, consumir, despilfarrar o gastar cantidades de bienes y servicios cada vez mayores. De ahí que los buscadores de status de la clase media confirieran el prestigio más alto al consumidor más importante y más conspicuo..."
"Otra referencia que me encaja: El trastorno afectivo bipolar (TAB), también conocido como trastorno bipolar y antiguamente como psicosis maníaco-depresiva (PMD), es el diagnóstico psiquiátrico que describe un trastorno del estado de ánimo caracterizado por la presencia de uno o más episodios con niveles anormalmente elevados de energía, cognición y del estado de ánimo. Clínicamente se refleja en estados de manía o, en casos más leves, hipomanía junto con episodios concomitantes o alternantes de depresión, de tal manera que el afectado suele oscilar entre la alegría y la tristeza de una manera mucho más marcada que las personas que no padecen esta patología..."
"Estimado director, mi caso no es el único. Muchos jóvenes españoles, en paro o sin paro, cobrando o sin cobrar, quiero decir, vivimos muy por encima de nuestras posibilidades y, lo que es peor, sin fuerza de voluntad suficiente, tan necesaria en estos momentos, para rectificar. Muchos jóvenes tienen, por fortuna, el paraguas protector de sus padres o abuelos. Algunas madres españolas limpian casas para que sus hijos disfruten de coches o motos compradas a crédito. Otros jóvenes, como es mi caso, además de no tener un paraguas protector, sino detractor, padecemos una grave enfermedad, la del consumismo desaforado. Buscamos el crédito del crédito, hasta que el final nos lleva a cometer tropelías, a engañar y, con ello, a perder a nuestros mejores amigos..."
Reciba un cordial saludo de Sofía. La intención de este correo no es otra que la llamar a los jóvenes y no tan jóvenes españoles a la reflexión, a la cordura y capacidad de sacrificio, que hemos perdido.